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Me libero

  • Foto del escritor: Solimar Cedeño
    Solimar Cedeño
  • 19 ene 2021
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 19 sept

“Gotas de rocío”


mujer libre en un campo

Desde que nací, o incluso antes, fui programada para agradecer pero también para llevar a cuestas responsabilidades y culpas de otros haciéndolas mías. He sido leal a mis ancestros, incluso en cosas que hoy no representan mi individualidad. Sus vivencias, experiencias, alegrías y también dolores las he repetido u honrado por tener una lealtad invisible con ellos. Agradezco todo lo vivido, lo heredado y lo aprendido para ahora hacer lo que realmente quiero: desaprender.


Me libero de sentir una deuda eterna con mis padres por haber creído que darme vida y criarme ha sido un sacrificio, un acto en el que suprimieron sus deseos para encargarse de mí. No tengo una deuda eterna con ellos porque su amor por mí no debería estar condicionado a un “pago después de tanto sacrificio”. ¿O es que acaso nosotros decidimos nacer para estar en deuda y sentir culpa si no la saldamos como los demás quieren? ¿Es la paternidad un sacrificio, algo que se sufre, o más bien es una decisión? ¿Es acaso nuestra existencia un favor de nuestro linaje? Es por ello que la creencia de “Tendré hijos para sentirme realizada y así, cuando esté vieja, tendré quien vea por mí” es una frase que destierro por completo de mi vida. Me libero.


No quiero un hijo que me pague un sacrificio. No quiero un hijo que tenga la responsabilidad de cuidarme cuando envejezca. No quiero un hijo para que sea mi padre cuando yo ya esté muy desgastada para asumir mi rol. No quiero que de mi vientre salga un tributo a la vida desde la culpa y el desmerecimiento, sino desde el entendimiento del amor y la libertad como las mayores muestras de la divinidad hecha carne. Me libero de eso y dejo la posibilidad abierta para que quienes me siguen decidan liberarse de tal peso si así lo quisieran. Trasciendo esta información para vivir mi vida y no la de mis ancestros. Los honro a todos, les agradezco y desde el amor me libero. Amor a mí y a mi plenitud. Amor a mi individualidad y a mi libertad.


Me libero de todas las historias repetidas de generación en generación. De las carencias, hábitos y creencias limitantes. Me libero de las dependencias emocionales, de los vacíos y resentimientos aprendidos. Me libero de la necesidad de control sobre otros. Me libero del miedo al abandono porque nunca será posible si me tengo a mí. Me libero del modelo de “felicidad” de otros. Me libero de la falta de entendimiento de la sexualidad como algo sagrado. Me libero de todo aquello que limite mi energía creadora como mujer al simple hecho de tener hijos físicos porque entiendo que CREAR Y PARIR es mucho más que eso. Me libero de la creencia de que el femenino y el masculino son opuestos que se enfrentan entre sí en lugar de ser parte de un todo, de ser parte de mí.


Y es que la tarea más difícil que he tenido en mi vida hasta ahora ha sido, sin duda, aprender a desaprender, y es algo que apenas estoy descubriendo. Entender que mi inconsciente recoge información de generaciones que no necesariamente tiene que ser la mía. Alegrías, satisfacciones y logros también heredados que no me pertenecen. De esos también me libero. Me libero de vivir la vida de alguien más. Me libero de vivir como otros esperan que viva. Me libero de sufrir mi vida para poder así empezar a vivirla.



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