Mi vida con Joy: El comienzo feliz
- Solimar Cedeño
- 27 sept 2020
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 19 sept

Desde que tengo memoria, había querido tener un perr,o pero en mi infancia no fue posible por diversas razones. Ahora tengo 3 meses con una perrita hermosa que cambió mi vida para siempre y aquí te cuento el comienzo feliz.
Hace mucho tiempo quería tener un perro. En mi infancia y adolescencia no fue posible por espacio en casa, la negativa de mis papás y mi interminable alergia a básicamente todo lo que fuera polvo y pelos. “Solo puedes tener peces y tortugas”, me dijo un día mi doctora.
Mi infancia transcurrió de clínica en clínica los primeros años. Diagnósticos: Bronquitis, neumonía y bronconeumonía. Cualquier gripe para mí era una potencial infección respiratoria que podría dejarme días hospitalizada. Gracias a eso y a los “NO” rotundos de mis papás, “me olvidé” por un tiempo de tener mascotas.
Cuando llegué a Bogotá, las cosas cambiaron. En mi primer contacto con la tierra que me adoptó tuve la dicha de conocer y cuidar a una perrita que robó mi corazón. Su nombre era Luna y era una Cocker Spaniel adorable y traviesa. Fue tan especial para mí que hicimos clic enseguida y cada vez que nos reencontrábamos saltaba de emoción al verme. No importaba si había pasado meses, días o semanas, Lunita me recibía con todo su amor. En ese momento supe: “Tendré un perro, ya es el momento”.

Mi Lunita
La búsqueda incesante
Esperé hasta mudarme sola y tener estabilidad económica para emprender mi búsqueda canina. Decidí adoptar para cambiar la vida de un perruno que necesitara amor y cuidados. Así fue como empecé a buscar muchas fundaciones en Bogotá que me dieran la oportunidad de ser mamá perruna. ¿El problema? Fui rechazada por muchas fundaciones por vivir en una zona con sobrepoblación de animales en la calle.
En esos meses de búsqueda estuve a punto de tirar la toalla. Para mí no era viable mudarme a otro sector. Fue así como tomé la decisión de ayudar a perritos que lo necesitaran, pero como no podía hacerlo adoptando, lo hice como madrina de un perrito rescatado. Así fue como di este paso en la Fundación Alma Perruna, una de las muchas fundaciones en Colombia que tienen la labor loable de rescatar animales de las calles o del maltrato.
Esta fundación publicó en su Instagram un caso crítico de un perrito en Santa Marta: Ceviche. El animalito tenía dos tumores terribles en su lomo, un dolor insoportable y miedo a los humanos. Al momento de rescatarlo, los “dueños” de Cevichito lo tenían amarrado afuera de la casa y estaban pensando en dormirlo porque “no sabían qué hacer con él”. Ese caso tocó mi corazón y no dudé ni un segundo en ayudar a ese perrito hermoso a través de la fundación. Hoy que Ceviche está en el arcoíris, me siento feliz de haber sido parte de su vida y de sus últimos mejores meses en este mundo. ¡Tuve el mejor ahijadito perruno del mundo!

Cevichito de mi corazón
“¿Hasta cuándo más formularios?”
Mis intentos de adoptar a un perro no cesaron y al poco tiempo de haberme convertido en madrina de Ceviche llegó a mi feed una publicación de una perrita que me flechó de inmediato. Esta publicación de Adóptalos, una plataforma de difusión de animales en adopción en Colombia, me llenó de una extraña emoción, como un presentimiento.

La publicación que me flechó
Decidí escribir al WhatsApp que pusieron allí en el contacto y me enviaron el formulario de adopción. Perdí la cuenta de cuántos llené previo a ese y dije: “Dios mío, otro más… Espero tener suerte”. Lo llené emocionada, con un susto en el pecho que no sentí con los demás. La persona encargada de la adopción me dijo: “Muchas gracias, revisaremos los formularios recibidos y luego le daremos respuesta. Buena noche”. Eran pasadas las 10 de la noche, así que me acosté a dormir.
Al siguiente día, 26 de mayo de 2020, me desperté rogándole al cielo que me escribieran lo que tanto quería leer. Pero al despertar no había ningún mensaje. Transcurrieron las horas y conforme pasaban, mi esperanza se apagaba un poco. “Nada, no me escogieron… Otra vez”, pensé. Pero a la 1 de la tarde me llegó la mejor noticia de mi vida en años: “Hola, buenas tardes. He revisado ya todos los formularios y en definitiva el tuyo es el más indicado”, me dijo la encargada del proceso de adopción.
El comienzo feliz
¡La emoción no me cabía en el pecho! Grité, salté y aplaudí de la felicidad. Enseguida le pregunté a la muchacha cuál era el siguiente paso, yo estaba loca por tener a mi gordita conmigo. Empecé los preparativos para recibirla. Estuve 2 días haciéndole una cama, le compré galletas, comida y juguetes. Una semana después de la noticia, ¡llegó el gran día! Me alisté desde temprano esperando el mensaje de “Vamos en camino”, tenía el corazón a mil por hora.
Toda esa semana había estado pensando en un nombre para la perrita y varios pasaron por mi cabeza. Hasta que “Joy”, surgió como la magia. Me dije: “Joy es perfecto porque fue justo lo que sentí al momento de enterarme de que pude adoptarla. Alegría pura, eso sentí.”. Dudé por un momento del nombre y hasta lo sometí a votación con mis amigos junto a otros nombres. Pero nada, JOY ERA EL NOMBRE sin importar los votos. Así quedó bautizada mi alegría peluda.
La noche del 2 de junio de 2020 finalmente tuve a Joy conmigo. Recuerdo claramente cuando bajé a buscarla. La traían en un carro y me la entregaron por la ventana del copiloto. Ella al verme solo movía la colita, seguro estaba feliz por el comienzo de una nueva vida. Cuando llegó al apartamento la bajé y la dejé explorar cada rincón. Ella olía por todos lados. Abrí cada puerta y Joy decidía a dónde ir. Estaba libre en su nuevo hogar.
Antes de haber sido rescatada por esa muchacha increíble que me dio la oportunidad de ser mamá perruna adoptiva, Joy había sido comprada por unas personas. Era una cachorra de apenas dos meses, aproximadamente, que a tan corta edad había sido maltratada. Estaba bajita de peso y sus costillas visibles eran la evidencia de eso.
Aún no entiendo por qué estas personas decidieron tener un animal de compañía para maltratarlo de esa manera. Afortunadamente, eso ya es pasado para Joy. Después de tanto sufrimiento muchos podrían decir que su historia tuvo un final feliz. Pero no, ¡lo del 2 de junio de 2020 fue un comienzo feliz! Y desde que la conocí en adelante solo espero que sea la perrita más dichosa del universo, así como ella me hace feliz cada día. Desde entonces le he dado todo mi amor y no tengo dudas de que el amor sana, enseña y construye. El amor salva. Y Joy me salvó.

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