La luna vino a verme
- Solimar Cedeño
- 27 feb 2017
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 19 sept

La luna vino a verme y me encontró llorando. Llorando escondida para que nadie viera y preguntara luego, “¿por qué lloras, mujer?
Esa noche mi luna pudo verme a los ojos y me dijo: “¡Qué tonta, eres igual a mí!” No podía entender ese tal parecido, ese que ella decía la unía mucho a mí.
Entonces esa noche mi luna me dijo: Somos una, ¿no ves? Diferentes e iguales Somos tan parecidas y distintas también. Yo tengo cuatro fases y tú cuatro momentos, momentos en tu vida que vas a comprender.
Al principio crecemos buscando ser brillantes cosa que ya somos, incluso al nacer. Luego llega el momento en el que nos llenamos nos sentimos tan plenas que todos nos ven.
Te ven sonreír y a mí me ven radiante es en esta fase donde eres feliz, como cuando te ríes y estás enamorada cuando sientes que el mundo suspira para ti. Yo enloquezco a los lobos y agito la marea tú quieres a tu hombre único para ti.
Pero un día, mi niña, los lobos ya no aullan, así como tu hombre de pronto se te va. Ambas vamos menguando, tu sonrisa se pierde y las lágrimas brotan como si fueran mar. Esta fase, verás, es la más importante fase de aprendizajes y de soledad.
De esta fase florece una nueva mujer y yo una luna nueva que nadie puede ver. Seguimos adelante para después crecer, son tus fases, mi niña, y mis fases también.
Así es como se siente estar enamorada es normal, no te aflijas pues luego podrás ver a ese hombre que pronto te robe la mirada y se esfuerce por llenarte una y otra vez.
Sin embargo, recuerda qué es lo más importante: Amarse a sí misma, siempre en primer lugar entender y aceptar lo valiosa que eres para que nunca pierdas ese brillo especial.
Aunque a veces lo olvides, me tienes que creer Brillas siempre, niñita. Brillas siempre, mujer. Cuando creces y menguas, cuando te llenas toda y cuando nadie te ve.
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